Video París-Brest-París 2023 con Antonio Del Pino
Fuente: Canal Youtube Antonio Del Pino: PARIS BREST PARIS – MACHACAS
París-Brest-París 2023 - Machacas con Antonio Del Pino
París-Brest-París: la experiencia de Antonio Del Pino
La París-Brest-París de Antonio Del Pino no empezó realmente en la línea de salida, sino semanas antes, con muchas dudas y sólo una certeza: iba a ser una auténtica paliza.
Partió hacia París el 18 de agosto sabiendo, según admite él mismo, “solo la mitad” de lo que realmente implica la PBP. Tenía claras las cifras frías: algo más de 1.200 kilómetros, un límite de 90 horas y la obligación de “buscarse la vida” entre controles, avituallamientos y pequeños rincones donde descansar unos minutos. Pero, fiel a su estilo, Antonio llegó con una idea bastante difusa de la prueba en sí y una sólida convicción: lo iban a pasar realmente mal.
Y acertó… aunque se quedó corto.
De la indiferencia a tomarse la PBP muy en serio
Antonio Del Pino siempre había oído hablar de París-Brest-París como una de las últimas fronteras del ciclismo de larga distancia. Sin embargo, al no tratarse de una marcha con grandes puertos míticos ni dorsal al estilo de las grandes vueltas, esa prueba nunca había llegado a impresionarle del todo. Eso cambió cuando su amigo Santy propuso el reto el año anterior y, como es tradición en el grupo de Los Machacas, la respuesta fue unánime: “con él, hasta el fin del mundo”.
Santy confiaba en el bagaje ciclista total de Antonio, pero esta vez fue insistente con un matiz clave: además de cumplir con el calendario de Brevet Randonneur Mondiaux (BRM) clasificatorios, Antonio tenía que trabajar la cabeza, en solitario y especialmente de noche. Hasta entonces, casi todas las palizas que se habían visto en su canal —y muchas otras que nunca llegaron a vídeo— las había afrontado rodeado de amigos. Nunca había buscado de forma deliberada ese punto de derrumbe físico y mental, solo, en mitad de la nada.
La preparación mental y los entrenamientos en solitario
Madrid–Santoña: laboratorio nocturno
Para preparar esa parte mental, Antonio aprovechó unas vacaciones familiares en Santoña. Mandó a la familia en coche y él fue pedaleando desde Madrid a Santoña… y una semana después, vuelta a Madrid, pedaleando de nuevo y atravesando la noche. Cada trayecto le llevó unas 14 horas, con sueño, cansancio y muchas horas a oscuras, pero sin alcanzar ese estado de desahucio absoluto que Santy quería que experimentara antes de enfrentarse a PBP. No llegó a tocar fondo como pretendía su amigo, pero sí comprobó que podía manejar largas tiradas nocturnas con relativa solvencia.
La realidad de la noche en París-Brest-París
El miedo a pestañear
En Francia, la historia fue otra muy distinta. En la París-Brest-París, Antonio Del Pino llegó a un punto de agotamiento tal que le daba auténtico pavor pestañear. Estaba convencido de que, si ambos párpados se llegaban a tocar, no volverían a abrirse. Esa sensación le acompañó, literal, durante tres días.
Curiosamente, de piernas se encontró fenomenal. Los dolores físicos eran los habituales en una prueba de ultrafondo, nada que no esperara. Lo verdaderamente terrorífico era comprender que, en cuanto se relajara un poco, se podía ir a la cuneta. Una pesadilla sobre ruedas, de día y de noche.
Dormir en cualquier parte
La PBP le demostró también hasta qué punto el cuerpo humano puede adaptarse. Antonio descubrió que era capaz de dormir profundamente en cualquier rincón y que, con apenas unos minutos de sueño, el cuerpo encontraba fuerzas para seguir. Una locura dosificada a base de cabezadas y cafés que le llevó a cuestionarse muchas veces por qué estaba sometiendo a su organismo a semejante castigo.
El desgaste físico: cada pequeño fallo se paga
Cuando una costura se convierte en un problema serio
La distancia de París-Brest-París convierte cualquier detalle en un posible problema grave. La mínima fisura se transforma en fractura. Antonio lo explica con ejemplos muy claros: si una simple costura del culote ejerce una presión ligeramente excesiva, acabará provocando heridas y sangrado; si la posición sobre la bici no está perfectamente ajustada a la larga distancia, las manos pueden quedar entumecidas durante semanas y los dedos de los pies acaban como si viniera de encadenar los 14 ochomiles. Él sabe que sus dedos siguen ahí porque los ve, pero sentirlos… es otra historia.
Calor de día, frío de noche
A todo esto hay que sumar los extremos de temperatura. El calor abrasador durante el día y el frío intenso por la noche fueron limando poco a poco su resistencia, hasta que el dolor generalizado se convirtió en un miembro más de la grupeta de Los Machacas. El cansancio extremo sacó también su lado más imprevisible: pérdida de paciencia, ataques de risa, momentos de cariño desbordado, largos silencios y episodios de vacío mental absoluto. Llega un punto en el que sólo existe una idea: avanzar y restar kilómetros. Pensar en cualquier otra cosa es el primer paso para evadirse… y dormirse.
Una prueba que no es para postureo
En este contexto, Antonio Del Pino lo tiene claro: París-Brest-París no es una prueba para motivados de moda ni para ciclistas de postureo. Durante la ruta fue testigo de auténticos dramas, con ciclistas tan exhaustos que sus cuerpos mostraban señales que le dejaron sin palabras.
Una de las imágenes que más le persiguen es la de ciclistas sujetando la cabeza con palos apoyados en la nuca para evitar que se les cayese sobre el manillar por el agotamiento muscular. Al principio le impactaba ver a gente dormida en las cunetas, en portales, en suelos de parkings o en cualquier rincón imaginable. Pero a la vuelta de Brest, camino de París, esas escenas habían dejado de llamar su atención: formaban parte del paisaje de la prueba.
París-Brest-París: un homenaje al ciclismo de resistencia
La París-Brest-París dejó cicatrices físicas a Antonio, pero también le regaló recuerdos imborrables. Para él, esta marcha no es sólo una cita de resistencia, sino un testimonio de la fuerza oculta que hay dentro de cada persona y un homenaje a cómo lo pasaron los pioneros del ciclismo de resistencia. Ellos abrieron el camino para que hoy, muchos años después, otros puedan convertirse en héroes de Strava o estrellas de YouTube, a veces usando la bicicleta como simple atrezo del ego, sin verdadera pasión ni intención.
Antonio Del Pino podrá editar su vídeo con todos los efectos, música épica y planos espectaculares que quiera, pero deja un mensaje muy claro para cualquiera que sueñe con la PBP y el ultraciclismo de carretera:
París-Brest-París es, sencillamente, la Madre de todas las Sobas.

